sábado, septiembre 19, 2009

Calendario

Calendario

Después de pasar la noche en vela bajaba a su barrio, jugando con ideas para distraerse de los malos recuerdos que le traía la resaca. Pensaba, por ejemplo, en un simple detalle, casi absurdo, que le llamaba mucho la atención: la mayoría de la gente que camina por las calles, en algún momento, siente el deseo indomable e irracional de cruzar la calle para ganarle al auto que viene a media carrera, aparentemente hacen esto sin ningún sentido, porque después de correr y cruzar la calle titubean para ver qué dirección tomar, se detienen cavilosos como quien no recuerda lo que debe hacer o continúan caminando con bastante parsimonia, como si tuvieran todo el tiempo a su disposición. ¿Qué les mueve a correr delante un auto con el riesgo de tropezar o que el auto les gane? ¿Qué piensan en ese momento? Creo que más bien no piensan, pensaba, es algo que lo llevan muy dentro, como una rebeldía ahogada por el tiempo, quinientos años de deseos reprimidos no es poco, qué aguante, somos una raza fuerte, pero nos falta despertar para ser poderosos, despertar, despertar, penso reiteradamente sin saber bien por qué, tal vez por el cansancio acumulado durante la noche, entonces recordó el suave y agridulce sabor del vino de aquella noche junto a unos versos del Toño Rojas:

“Cuando nos veíamos
solías contarme que habías soñado conmigo.
Luego, viajé.
Me pregunto recordándote, si aún sueñas conmigo,
o si alguien te habrá ya despertado.”

Cavilaba dejándose llevar, aunque eludía aquellos recuerdos que lo llevaban a beber hasta perder el conocimiento.

Al entrar en su habitación no se percató de que alguien le estaba esperando, su sueño trasnochado, sus cavilaciones sobre el sentido del ser, el crimen perfecto y otros pretextos, no le dejaron darse cuenta de otra presencia beneficiada por la penumbra que se extendía detrás la puerta abierta, las ideas se le agolpaban y de esa maraña cogió una, incomprensiblemente recordó que en la forma desaparecen las cosas y unos versos que escribió en la infancia:

detrás la puerta abierta / nadie ve. / detrás la puerta, / ahí / me encontrarás.

Al día siguiente encontraron la habitación vacía.

Ella no podía creer, no sabía si sentirse engañada o culpable, a ratos todo le parecía un mal sueño, una novela barata, solo en el llanto encontró consuelo. Quiso huir pero no sabía dónde, todo lo que tenía era él. Ahora su ausencia le acompañaría por todas partes, como una maldición, él era lo más real y hermoso que le pudo pasar. Su mundo se desmoronaba, ya nada tenía sentido sin él, dónde estaría, qué haría, con quién estaría... Recordó aquella noche cuando le susurro al oído: tu piel es el destino / de mi piel, / solo nos separa una piel / para hacer de este mundo / el que soñamos. Junto a una sonrisa se le iluminó el rostro como aquella vez y se propuso a buscarlo, no supo de dónde sacó valor, pero no desfallecería hasta encontrarlo para mirarse nuevamente en sus ojos. No importaba lo que vendría después: morir o vivir, pero en sus brazos.

En realidad qué importa que hay detrás la muerte (esa puerta/muerta), mientras no lo sepamos no cambiará nada, sea lo que fuere, es y punto, solo que no nos es dado saber, pensaba después de pasar la noche en vela, bajando a su barrio, jugando con ideas, dejándose llevar para distraerse de los malos recuerdos que venían con la resaca. Si nos fuera develado lo que la muerte esconde, acontecería dos cosas, todos quisieran morir o todos se aferrarían a la vida incluso a costa de la vida de los demás. La duda en este caso tiene su beneficio, pero hasta sus extremos, la fe y el nihilismo, son insuficientes como tales y solo la matizan. Por otro lado, el beneficio de la duda ha sido, sigue y seguirá siendo un pretexto para cualquier cosa mientras no tengamos un horizonte claro, una meta en beneficio de todos -pensaba como desahogándose- solo el bien común logrará la permanencia digna y ética del hombre en el planeta, por qué no nos damos cuenta de una vez, tal vez sea la última, vivamos ética y dignamente, con amor, entonces no importará que haya detrás la muerte. Y es que en realidad qué importa lo que haya después de la muerte si sólo queremos un abrazo aunque sea mortal.

Al entrar en su habitación, con la mente distraída con sus cavilaciones imprecisas, no se percato de que alguien le esperaba en la penumbra de la puerta abierta.

Encontraron la habitación vacía al terminarse el día.

(Desde entonces, para ambos, al morir el día nace la noche y al morir la noche nace el día y así sucesivamente, como coincidentemente pasa siempre que duermes en el momento preciso y despiertas a tiempo.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermosa historia que bien podría ser la nuestra. EM